China tiene una reputación consolidada en el campo de la falsificación. Mientras que las falsificaciones de bolsos, relojes y camisetas se han convertido en algo habitual, el Reino Medio ha empezado recientemente a copiar coches por hasta tres veces menos.
Fue el lanzamiento en 2015 por parte del fabricante chino Jiangling Motors de un nuevo SUV el que dio el pistoletazo de salida. El Landwind X7 parece un hermano del Range Rover Evoque de Land Rover, hasta en las ruedas y el interior del habitáculo. Sin embargo, la empresa china no ha copiado el motor ni el precio, que ronda los 20.000 euros frente a los más de 30.000 del original.
El grupo británico Jaguar-Land-Rover, propiedad del fabricante indio Tata Motors, había permanecido inicialmente pasivo debido a las ambigüedades de los derechos de propiedad intelectual en China y al déficit de imagen que cabía esperar ante los clientes chinos. Finalmente decidió contraatacar al plagiador en su propio país y en el extranjero.
El acusado fabricante chino ya ha tenido que dar marcha atrás en la comercialización de su Landwind X7 en Brasil. Los mercados occidentales, en cambio, están encerrados en lo que respecta a la falsificación, y nunca verán el parachoques del clon. Pero Jiangling tiene la intención de seguir comercializando el coche en su mercado nacional.
Por ello, la empresa británica ha decidido llevar el caso a un tribunal chino. No es una hazaña, ya que esta acción equivale a llevar a juicio a la industria de la falsificación en China. Muchos otros fabricantes en la misma situación se consideraron en un callejón sin salida y no se atrevieron a intentar nada.
En un momento en el que la economía china está estancada, ¿se arriesgarán los tribunales a dar la razón a Jaguar-Land Rover y abrir la caja de Pandora para todas las víctimas occidentales de la falsificación de coches chinos?